: Al llegar a ser tratado en un sanatorio del sur, el narrador extraña sus lugares nativos. El anhelo retrocede cuando ve simples abedules rusos.
El narrador se enferma. Le dan un boleto para el sanatorio del sur. Durante algún tiempo deambula por el terraplén "con la alegría de un descubridor", y no le molesta la inactividad masiva o el ruido monótono del mar. Pero después de una semana, el narrador comienza a perder algo. El mar, en cuyo ruido se escucha "tristeza senil", lo pone triste.
Durante horas, el narrador deambula por el parque, examinando la exuberante y vibrante vegetación recolectada de todos los lados del mundo. Todas estas palmeras, ficus y cipreses lo sorprenden, pero no complacen. Y de repente, en las profundidades del parque, en un claro verde, ve tres abedules delgados, en los troncos blancos y verdes suaves en los que el ojo descansa tan bien.
Estos abedules fueron traídos junto con un prado cubierto de hierba en un barco de vapor, regado y salió, y echaron raíces. Pero las hojas estaban orientadas al norte, y los picos también ...
Mirando los abedules, el narrador recuerda su pueblo natal, donde se rompen ramas de abedul en la Trinidad, y en el verano se cosechan escobas de abedul para un baño. Las escobas se secan en el ático, y hay un "verano ventoso y picante" durante todo el invierno, y las escobas tratan a las personas, "evaporan el sudor de la piel, la nariz y las enfermedades de los huesos tensos".
"Ah, qué bien huelen los abedules", piensa el narrador.